Por Carlos Dzul
Platicamos con el ilustrador y artista urbano, Carlos Pacheco (Pacheko), originario de Xalapa, Veracruz, radicado en Tabasco desde hace cuatro años.
Hijo de una psicóloga y de un profesor de karate, nos contó cómo fueron sus inicios en las artes gráficas y cómo ve el panorama del arte urbano local. Hasta le preguntamos qué opinión le merece la nueva fuga del Chapo.
El encuentro tuvo lugar en un café de la Zona Luz. El Pacheko (un tipo delgado, con barba, lleno de tatuajes) apareció en bermuda y con gafas oscuras. Pidió un expreso.
Dzul: ¿Cómo fue tu vida de niño, qué juegos te gustaban?
Pacheko: Tuve una buena infancia. La colonia donde crecí no estaba pavimentada, muchos fraccionamientos que ahorita están, no existían, así que me tocó jugar entre el monte. Uno podía salir a la calle y estar allí toda la tarde, hasta que anocheciera, sin ningún problema. Sí había televisión, pero yo no la veía mucho porque casi todo el tiempo estaban mis tías, con las telenovelas. Jugué trompo, balero, futbol. Después conocí el Atari pero no lo pelé mucho.
D: ¿Cómo empezaste a dibujar?
P: Dibujar siempre me gustó. Al principio copiaba imágenes de caricaturas y comics. Los Thundercats, Voltron, Transformers. Tenía un tío que coleccionaba comics y yo los agarraba a escondidas. No me los prestaba porque pensaba que se los iba a romper. Ya cuando estaba en la secundaria me dieron ganas de dibujar otras cosas. Fui con un amigo de mi papá, que daba clases de pintura y después a los talleres de artes libres de la Universidad Veracruzana. Ahí comencé a empaparme más con otras técnicas. Grabado, figura humana, fotografía, todo eso.
D: ¿En qué momento decidiste dedicarte a la ilustración?
P: Yo estudiaba diseño, quería hacer una especialidad en diseño industrial, pero también hacía monos, y tenía maestros que me decían: deja de hacer eso. Yo no me veía como ilustrador. Hasta que un conocido que tenía un bar, esto fue en Puebla, en Cholula, me contrató para que hiciera carteles de las bandas que tocaban los fines de semana. Tenía mucha libertad. Eso fue lo que me hizo dar el brinco para tomármelo más en serio y meterme bien en la onda de la ilustración. Luego hubo gente que me dijo: por qué no montas una exposición. La primera que hice fue en el café de un amigo.
D: Te resistías, pero la vida te fue llevando por ese rumbo.
P: Al final abandoné la idea del diseño industrial. El dueño del bar me conectó con una revista, Fusil 7, que era una publicación gratuita sobre rock alternativo y arte urbano. Me jalaron para hacer las portadas. Ese fue mi salto como ilustrador profesional. Aparte trabajaba en un despacho, donde aprendí más cosas que no sabía.
Pero después de tres años la revista cerró y yo me harté de trabajar en el despacho. Y lo que hice, para que la gente conociera mi trabajo, fue sacar (Sangre) mi marca de playeras. Dije: esa va a ser mi galería. Hice mis playeras ¡y a venderlas! Estamos hablando como del 2006. No había tantos ilustradores que hicieran eso en aquel entonces. Después estuve un rato trabajando en el gobierno, caí en el sistema [risas]. Luego puse un bar, en Xalapa. Lo dejé y abrí una tienda de diseño, donde se vendían otros trabajos, aparte de los míos. Y desde hace seis años estoy metido de lleno en el freelance.
D: ¿A qué artistas urbanos admiras?
P: Smithe (Tony Delfino), Eric Morales (Dr. Morbito), Inti. Hay una gran lista de gente que me gusta su chamba. Espero que algún día me salgan los murales como a ellos.
D: ¿Tienes algún gusto culpable?
P: La trova. Hay banda que me dice: “Mucho ayuda el que no es-trova”. Pero a mí me gusta, aunque también escucho metal y reggae. Y también me gustan las películas domingueras hollywoodenses.
D: ¿Cómo surgió el colectivo Chikiwao?
P: El año pasado estuvimos trabajando en un proyecto que se llamó Pintas por la paz, promovido por una empresa del DF. Hacíamos intervenciones urbanas y dábamos talleres, sobre todo para chavos que andan en los focos rojos de la delincuencia. La intención era jalarlos para que vieran que se puede hacer algo más elaborado, y con permisos, que dejaran de hacer el grafiti ilegal. Muchos nada más nos dieron las gracias y se fueron. Pero en cuatro meses hicimos 100 murales. Y pintamos 2 kilómetros de una cenefa, La cenefa de la paz, en Gaviotas. Allí fue donde conocí a gente como Yim Miyaki, una chava que hace figura humana, y a Moisés, de Casa 27. Nos juntamos y dijimos: vamos a hacer algo. De allí surgió Chikiwao.
D: También tienes un proyecto que se llama Arte que ayuda.
P: Ese proyecto a mí se me ocurrió hacerlo, sin fines de lucro. La idea es esta: se invita a un artista, que pinta una pieza en madera, 122 por 90, puede ser grafiti, pintura, hasta fotografía. Al final se subasta la pieza. Y va para caridad. El primer apoyo que dimos fue para el proyecto Adóptame, sobre animales en situación de calle. Está empezando. El plan es que cada vez se vaya uniendo más gente.
D: ¿Cómo ves el panorama del arte urbano en Tabasco?
P: Es casi nulo. Hay mucho grafiti ilegal, eso sí. Sobre todo en los últimos meses, han estado rayando por toda la ciudad. Desde el punto de vista del arte urbano, está bien. Hay mucha gente profesional que empezó de esa manera. Obviamente a muchos no les gusta que estén rayoteando por todos lados. Yo lo respeto, pero no lo hago. Ya no estoy para andar huyendo de la poli. Hay una chava que no recuerdo su nombre, que hizo dibujos de un pájaro, con stencil. Es una chica socióloga. Ella trataba de generar como un mito, alrededor de la figura del pájaro. Eso está interesante. Es gente que ya está haciendo otro tipo de cosas. Y creo que con lo que estamos haciendo con Chikiwao va a empezar a generarse un poco de apertura. Espero, tengo fe en eso. El arte urbano apenas va saliendo del estanque.
D: Todo está por hacerse.
P: En muchas ciudades, sobre todo las capitales, ves grafiti por todos lados, stickers, stencil, llegas a Tabasco y dices ¡qué pasó aquí, no hay nada!, luego entras a Campeche y otra vez empieza. Como que todo mundo pasa y se salta Tabasco.
D: Es curioso. Parece que lo mismo sucede con la música, el teatro, la literatura...
P: Yo cuando llegué empecé a pegar stickers en todas partes, para mis exposiciones. La primera que hice fue en Mukul-ja. Y la gente decía: está muy “bonito”, es muy “original”. Como que buscaban la palabra adecuada para no herirme. Tiene como dos años que no expongo, por lo mismo. No es que no me compren, sino la reacción de la gente. Se emocionan más con un paisaje y un cayuco, que con una propuesta nueva. Hay un gremio muy cerrado que te ven llegar y te miran raro, a menos que hagas algo similar a lo de ellos. Digo, se respeta mucho, pero casi todos hacen paisajes, retratos, bodegones. Pocos son los artistas que tienen una propuesta buena, original, que vaya evolucionando. El resto son lo mismo. Villa es como un campo virgen para las artes gráficas.
D: Pregunta inevitable, ¿qué opinas de que se fugó El Chapo, otra vez?
P: Creo que está bien, no porque esté afuera y vaya a seguir haciendo sus fechorías, sino porque es un cubetazo de agua fría para todo el país. Espero que con esto todo el mundo reaccione y diga: vamos a ponernos las pilas porque el gobierno no está haciendo nada. Yo no estoy de acuerdo en hacer justicia por propia mano. Es grave que la gente esté pensando en comprarse una pistola. He visto comentarios de personas que dicen que ya tienen un arma y quieren estrenarla. Espero que lo del Chapo haga reaccionar a la gente, en el mejor de los sentidos.
D: ¿Cuál es tu película favorita?
P: Vals con Bashir me gusta mucho. También Amélie.
D: Un escritor que admires.
P: García Márquez.
D: Tu canción favorita de todos los tiempos.
P: Uy, está bien difícil. Cumbia metal, de Kumbia Queers. El necio, de Silvio Rodríguez. Cualquier cosa de Louis Armstrong.
y si quieren saber más del Pacheko y sus ondas, denle a cualquiera de los siguientes vínculos:
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